domingo, 11 de noviembre de 2012

Ne me quitte pas...

No me dejes
Hay que olvidar
Todo se puede olvidar


Lo que ya se fue


Olvidar el tiempo
De los malos entendidos
Y el tiempo perdido
Para aclararlos


Olvidar esas horas
Que mataban a veces
A golpes de porqués
al corazón de la felicidad.
 

No me dejes,
no me dejes,
no me dejes,
no me dejes
 

Yo te ofreceré
perlas de lluvia
venidas de países
donde no llueve.


Yo escarbaré la tierra
Hasta después de mi muerte
Para cubrir tu cuerpo
De oro y de luz


Yo haré un reino
Donde el amor será rey
Donde el amor será ley
Donde tu serás reina.
No me dejes,
no me dejes,
no me dejes,
no me dejes


Yo te inventaré
Palabras locas
Que tu comprenderás


Yo te hablaré
De esos amantes
Que han visto por dos veces
Arder sus corazones.
 

Yo te contaré
La historia de un rey
Que murió por no haber
Podido encontrarte.
 

No me dejes,
no me dejes,
no me dejes,
no me dejes


Se ha visto a menudo
Resurgir el fuego
Del antiguo volcán
Que se creía demasiado viejo.


Existen tierras quemadas
Que dan más trigo
que un mejor abril
Y cuando viene la noche
para que un cielo arda
El rojo y el negro
¿Acaso no se unen?
 



No me dejes,
no me dejes,
no me dejes,
no me dejes
no me dejes
 

No voy a llorar
No voy a hablar
Yo me ocultaré
Para mirarte
bailar y sonreír
Y escucharte
cantar y después reír


Déjame volverme
La sombra de tu sombra
La sombra de tu mano
La sombra de tu perro
No me dejes,
no me dejes,
no me dejes,
no me dejes





Jaques Brel, el Crooner incomparable, a la altura de Pucho Boedo, de Frank Sinatra. Escribió un canto al amor universal, un grito desesperado, una interpretación maravillosamente, milimétricamente, delicada.

Por eso merece un lugar destacado en la sección de las recomendaciones musicales de O Pirandargallo, aunque sólo sea una canción, es un viaje, plagado de verdes praderas y cielos borrascosos, con luces amarillas y rojas de los coches al pasar, al atardecer de una tarde de Otoño caliente y húmeda. Un viaje, caliente y húmedo a París, al Olympia, al escenario donde sentó cátedra Jaques Brel.

Aquí. Ne me quitte pas, su interpretación, como sólo lo hace un Crooner.

Y cuando viene la noche
para que un cielo arda
El rojo y el negro
¿Acaso no se unen?

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