viernes, 11 de enero de 2013

Desde Adén y Harar escribe un poeta...

El epistolario de Arthur Rimbaud desde Adén y Harar es inquietante, por veces impredecible, fuente de un montón de preguntas sobre tan enigmática figura.

Sus últimos días, sus últimos 11 años de vida (1880-1891), condensados en un espistolario sorprendente, que nos trae de la mano la colección CENTELLAS en un precioso y delicado formato de libro (ya no digo de bolsillo sino) como si una caja de ensencias, pequeño frasco de los aromas, se tratara.





Precioso volumen de 160 páginas, con fotografías (incluso dibujos) en consonancia con el relato, algunas del propio Rimbaud. De las zonas en las que vivió el poeta a lo largo de su periplo.

Cartas de Adén y Harar son las cartas que escribe el Rimbaud aventurero, a su madre y su hermana desde el famoso puerto colonial Británico o desde la altiplanicie de Abisinia. De como les cuenta sus intentos por florecer en tierra hostil, en África y Arabia, de como piensa hacer fortuna y de la desdicha que le persigue allá donde va, hasta sus últimos días, hasta sus últimas consecuencias. Desdicha que se empeña en alimentar, aunque siempre con un punto de optimismo, el dichoso contrampunto tan extraño.

Se trata de una situación un poco kafkiana, por ese quiero y no puedo, por ese absurdo que rodea todo. Me explico. Ese contrapunto optimista, velero que surca la mar embrabecida, que sólo se sostiene a veces por la mesana y el mayor a punto de partir, es cuando menos, extraño. ¿Poético? no cabe duda; ¿loco?, quizás, no andando muy desacertado. Contrapunto que le lleva a maldecir toda su desdicha en aquellos parajes y que a su vez lo ata en corto, muy muy en corto, a su situación, resistiéndose a abandonarla, resistiéndose contra viento y marea, como los últimos de Little Big Horn.

No todo es penoso. Esta claro que a Rimbaud le gusta Abysinia. Aunque no lo exprese abiertamente. Le gusta y mucho. Mucho más desde luego que ese infierno que relata como un crater de arena, yermo y horroroso, privado de los vientos, que es Adén.

En Abysinia el aire es puro, la vegetación exuberante, la forma de vida muy europea y la población es de mayoría Cristiana. La altitud le gusta y le sienta bien, y además el clima no es tan extremo como a las puertas del Mar Rojo. 

En África está contento. Sí, se queja de su trabajo y de su desdicha pero en el fondo se le nota acomodado a la situación. Quiere conocer los confines del áfrica negra, traficar armas con lejanos reinos, asentarse en aquellas hermosas tierras. Vivir una aventura, la aventura de su vida, y la vida reducida a la aventura ¿Es que acaso es algo más? 





Curiosa descripción de Abisinia, sus pueblos, sus gentes. "Créense descendientes de Cam" que curioso, uno de los hijos de Noé. Según el Genésis (R. Crumb) se dice que Cam se burló de Noé por darse al vino y encontrándolo desnudo dentro de su tienda fue a avisar a sus hermanos que lo taparon con una manta sin mirar para su desnudez. Fue maldecido después por Noé que socorrido por sus otros dos hijos (Sem y Jaffet), acabaría diciendo que Canán, el hijo de Cam sería siervo de los otros dos y por tanto sus descendientes. Que curiosos los abisinios. Extrañas costumbres aquellas de África, misteriosos y éxoticos pueblos, donde mora, con su imperturbable sonido rítmico, la llamada de la tierra, que tan bien relató M.Manara en su delicioso H.P. y Giusseppe Bergman y sus aventuras africanas. ¿Podría ser Rimbaud un alter ego de G. Bergman? Un héroe por y para la aventura.



Para esta clase de héroes, la forma no existe, es sólo un pretexto. La lírica se impone a cualquier forma, y llena todo el horizonte, todos los años de vida. Y es que la vida, a veces, imita al arte.





Y después está esa dichosa manía que tiene de preguntar una y otra vez por el servicio militar y su situación respecto a él. Desde luego se trata de un tema que le atormenta, y no dude que soñó más de una noche con ello. Bajo los calores del trópico en Adén o al frío de las noches de invierno de Abisinia, hayá por donde estuvo, ese pensamiento y esa incertidumbre lo persiguieron. En cierto modo, es natural. ¿Cómo hacerse un hombre de fortuna, volver a su país natal, ser un reputado mercader colonial, y que alguien descubra que ha sido ausente del servicio militar? La mentalidad europea le asusta, odia la burocracia, se le nota pasión por toda libertad de aquellas tierras. Esta claro que, aunque no todo vaya como quiere, la esencia y el esperítu se mantienen frescos ante tan bellos y anchos parajes.

Al fin y al cabo es una lectura tan recomendable...

Las preguntas se agolpan en mi cabeza tras cada firma, tras cada epístola. ¿Cómo puede semejante poeta, semejante genio natural de las letras, abandonar la seguridad y comodidad de su país para emprender una aventura en tan lejanos parajes, con la idea concebida de hacer fortuna, de alcanzar esa vida burguesa, casado con hijos y fortuna, que un día abandonó para hacerse a la aventura?¿Porqué no abandona esa carcel de arena y horizontes llanos en cuanto nota las primeras dificultades para prosperar?¿Acaso pudiera haber disposición alguna, enajenación transitoria, que once años dure?

Y entonces me digo: ¿No es acaso que el poeta necesita de inspiaración?¿No es acaso, que se sabe de sobra que el estado original de cualquier verso se contruye si los pilares de la creatividad están sobre los cimientos de las penalidades, del sufrimiento, del hambre o del dolor del alma? ¿No son el desierto, las largas noches de arena y la soledad, el mejor escenario que la lírica pueda dar?

Puede, entonces, creo yo, que Rimbaud traspasara la frontera de lo impreso y consiguiera alcanzar la poesía pura, extrapolando al caso, lo dicho por Figueira Valverde sobre Xan da Coba: "inventa véritablement la poésie pure, l'image euphonique... Des mots qui n'ont sens et qui sont les fruits de son imagination musicale possédent lorsqu'on les prononce á l'espagnole une étonnante puissance évocatrice..." dejando atrás la pluma y el papel como así lo hizo-añado yo-viviendo el lirismo del drama de una vida de aventuras plagada. Viviendo así en un contínuo sueño (tornado en pesadilla a veces en deseo otras) y siempre abrazado (o quizás atado) a esos lejanos meridianos tan al Este de París.


Rimbaud en Harar.

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