miércoles, 6 de marzo de 2013

Chester Brown y la razón de todo

¿Por qué leo historias underground?

Descubrí el mundo underground, creo, a través de Harvey Pekar, y llegué a Harvey Pekar, a través de Robert Crumb, llegué a Robert Crumb atraído por su dibujo grotesco y por su no reparo a mostrar cosas impúdicas en sus páginas, no ya tanto mujeres desnudas, como sí sus pensamientos acerca de ellas, acerca de las mujeres, del sexo y de la vida cotidiana, del que algunos consideran un misógino redomado. Yo pienso todo lo contrario, se trata de un canto al amor por el género femenino, a su manera, pero al fin y al cabo, un canto al amor.





Muchos podrán decirme que Crumb ya es de por sí underground, pero no lo he considerado como tal un inicio en el mundo subterráneo, por ser Harvey Pekar un paso más allá, un salto adelante en la ideología underground de todo lo que había leído antes.

Mi pasión por los comics, y mis gustos y preferencias han ido evolucionando con los años. Desde historietas de humor más o menos blancas, como Mortadelo y Filemón o Rompetechos, pasando por Manara, descubierto en mi época universitaria, e iniciándome con él de la mano al comic adulto, y después en la aventura gráfica, en la novela gráfica y buceando en un mar de estilos y sensaciones.

Dicho esto. Mis primeros pasos, como lector, en el comic underground, los dí en American Splendor, pero en el volumen que hizo Crumb de la recopilación de historias que había dibujado para los guiones de Harvey Pekar, y chavales, aquello era la leche!!! Y sigue siéndolo.

El comic subterráneo te cuenta cosas que otros trabajos no rozarían ni por asomo, entra de lleno en el subcosciente y experimenta con distintos modos y formas, nunca vistos hasta el momento para el lector profano.

Por supuesto que me gustan los buenos trabajos, vengan del estilo que vengan, la prueba está en Scalped, o en el Blueberry de Charlier y Giraud, que a día de hoy me sigue pareciendo la quinta esencia del comic, y un lujo de esos que nos concede la vida a los que tenemos la suerte de ser coetaneos con esos hechos. Pero es el comic underground algo que, por ser distinto, me atrae con especial fuerza. Y es aquí donde llegamos a Chester Brown.

Chester Brown es un autor canadiense, con una obra muy curiosa. La Cúpula, lo anuncia como: El autor de "Pagando por ello". Una de sus obras más polémicas y extrañas -léase: interesantes- donde habla sin tapujos de sus experiencias de sexo pagado, vamos, con señoritas de vida alegre, las pirujas! Y que algún día, cuando lo lea, os contaré.




Después de descubrir el trabajo de Brown, también de mano de La Cúpula, llego a las reflexiones que ahora os cuento:

Empecé a leer El Hombrecito, el último trabajo editado por La Cúpula en febrero de 2013. Y empecé a leerlo como se empieza a leer a un autor que nunca has leído, de manera totalmente receptiva, pero siempre con la incógnita y el miedo al disgusto, a que no case con mi forma de entender el comic, o simplemente no me entretenga.

Se trata de una edición cuidadísima, donde se incluye material extra, aportado por C. Brown, para la edición española, que te provoca que tengas que leer la tapa trasera, ya a modo de comic, donde el propio Chester habla con unos marcianos acerca de su libro. También en la portada hay una historia curiosa acerca del papel higiénico (ya os podeis imaginar por donde van a ir los tiros).

Abres el comic y guau, ya te das cuenta de que va a haber mucho material para analizar, y que el bueno de Chester, se nos va a abrir como libro a contarnos su vida y sus experiencias, reflexiones, y demás sosadas aparentes (al más puro estilo H. Pekar), la dedicatoria es enigmática y bonita y existe un prefacio ya extenso y cuidado.

Como ordena cronológicamente sus historias cortas (este es un libro recopilatorio de historias cortas), empezamos a leer sus primeros experimentos ante una hoja de papel, pero en plan profesional, pues ya lo dice el propio Chester en el prefacio, ya llevaba dibujando mucho tiempo desde la niñez.

Al principio sueltas alguna sonrisa y vas pasando las páginas sin mucha pena ni gloria. Tan sólo diciéndote interiormente: Vaya loco este tío, que underground es esto, y ¿me arrepentiré de la pasta gastada en esto? pero poco a poco, y como sin darte cuenta, todo empieza a encajar, y se aparece como una lectura sumergida, un entendimiento primario que sobrepasa la lectura aparente de la sucesión de historias. Y el trasfondo, al saber que se trata de sentimientos autobiográficos, adquiere una importancia capital.

"Helder", y "Mostrando a Helder" son dos historias cortas muy apasionantes y curiosas. Donde el propio autor nos cuenta sus años de independencia y vivencias en un bloque de alquiler con otros inquilinos, Helder es uno de ellos, bastante particular. Pero lo importante de todo esto son los recuerdos, y sentimientos que hace aflorar en cada uno, logrando que cada uno pueda sentirse dentro de su piel, pasando unas horas en ese bloque de pisos de Toronto. Después de esto el libro se acaba rápido y con ganas de más. Pero hay una segunda parte.

Al final de la recopilación de historias, vienen las notas del autor. Y menudas notas. No se contenta con hacer breves alusiones y despacharse en dos páginas, como harían otros. Brown es un valiente, y un auténtico autor underground, es decir, cree a pies juntillas en lo que hace y para que lo hace, y lo convierte en su razón.
Pues sí, una parrafada que te meas. No sabría si calificarla como más interesante que las viñetas que la preceden, pero sin duda un complemento una condición sine qua non, que complementa lo anteriormente visto.

En estas notas está la razón de todo y la explicación historia a historia de todos esos relatos cortos que hemos visto, mezclando de por medio, ideas, opiniones, relatos de vivencias, amor, pasión, todo el pensamiento de un ser humano concentrado en unas pocas páginas, no sólo eso, sino todo el pensamiento de un autor de comic, aún más, todo el pensamiento de un autor underground, y teniendo el lujo de que se llama Chester Brown.

La lectura ha merecido mucho la pena. El descubrimiento de esta maravilla de autor, un regalo del invierno. Siempre, parafraseando a C. Roy, con alguna licencia: "el dinero no da la felicidad, pero ayuda a leer comics de Chester Brown".

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