miércoles, 1 de mayo de 2013

Stalingrado en mi bolsillo

STALINGRAD POCKET. (o las batallitas del camarada Goyoski)



Stalingrado en mi bolsillo, ya por favor!

Este es el relato más o menos fidedigno de mi primer contacto con este SCS que todo el mundo pone tan bien. Me ha desvirgado este Stalingrad Pocket, y a base de bien. No me ha defraudado, la verdad es que no. Sorprende que por su edad (algo ya talludito, con una primera edición del 92 y una segunda del 96)  funcione y siga funcionando tan tan bien. Y es que no por nada se trata de un wargame mitiquísimo entre la peña jugona y los Grognards más peludos.

Nos pusimos manos a la obra y enfangados en una durisíma campaña que nos llevaría a emplear esfuerzos y energías a lo largo de unos DOS MESES (flipa).

Éramos los soviéticos. Pavlov al mando de las divisiones y ejércitos de la pinza Norte, y yo Goyoski comandando las fuerzas del Sur que trataban de liberar Stalingrado.


Enfrente, dos arduos y avezados jugones, los bellos del Oder, Jrec-man y Farnesio.

Las epístolas de Pavlov, mi camarada en estas lides, y sus crónicas, sus desdichas, sus victorias... las podeis leer desde aquí.

Para todo lo demás, la crónica de la toda la operación, desde el sur, desde Stalingrado, a continuación:

La partida empezo muy pero que muy bien para nosotros y es que amén de retirarse lo más rápido posible, las fuerzas alemanas se durmieron un poco en los laureles en los primeros turnos, 1 y 2, de juego, consiguiendo un hecho (según mis contertulios) sin precedentes o "quasi" en la historia del juego. Nada más y nada menos que romper el cerco alemán al norte de Stalingrado con varios “petoutos” soviéticos bien montados y conquistar posteriormente, aunque a costa de perder unidades importantes, uno de los dos aeródromos de los que bebían las fuerzas del 6º de Von Paulus en Stalingrado. Este hecho se presentó a la postre como un movimiento importantísimo y pieza clave en la victoria final, esta ya, por rendición y agotamiento (pero eso ya lo contaremos más adelante).

La pinza norte rompiendo inesperadamente en el primer turno de juego.
Una vez hecho esto, la cosa pintaba bastante bien, y no tuve mucha dificultad para poco a poco ir envolviendo por el norte y el sur a las unidades que quedaban rezagadas en Stalingrado. Por el contrario, mi rival trataba de asegurarse una línea de suministros y poco a poco ir retirándose hacia el Oeste, en la medida de lo posible, para asegurar ciudades y cruces de vital importancia y que puntuaban mucho al final (PVs).

Así pasaron los siguientes turnos, 3, 4 y 5. A partir de ese momento, mi planteamiento ya se volvía doble. Con mis ejércitos bastante sobrados (llenos de “petoutiños”) en el cerco de Stalingrado.- En este juego es muy importante formar buenos “petoutos” (montones de fichas) muchas veces hasta el límite del apilamiento, que es 6, para lograr rodear grupos importantes, o arrasar (overrunear) a corpúsculos más solitarios, pillados por sorpresa. Todo esto debido a que las tablas de combate favorecen esta mecánica y por el contrario porcentajes de 1/1, 2/1 o incluso 3/1 son peligrosos conforme a tiradas bajas infrigen bastante daño al atacante- Pues como decía, ahora se me abrían distintos planteamientos en mi toma de decisiones. Por un lado continuar y terminar de cerrar el cerco de Stalingrado, para conseguir por fin dejar sin suministro a todo alemán viviente que quedar atrapado dentro.

El cerco se va cerrando, las últimas unidades alemanas tratan de escapar a duras penas. De mantener una fina linea de suministro, pero el destino ya está escrito.
Por otro, desplazar a unidades rápidas (9 y en su defecto 5 de movimiento) lo más al oeste posible, de cara a ir posicionándose con el objetivo de tomar y asegurar hasta final de juego, esos caminos y encrucijadas (ahora todavía en manos de fuerzas rumanas, cobardes que huyeron a tiempo del pifostio de Stalingrado) que tan ricos y jugosos PVs nos dan. Pero claro, este desplazamiento y posicionamiento en cruces y caminos tiene una desventaja, tener que depender en todo momento de mover los cutre-salchicheros cuarteles generales soviéticos, que se mueven menos que el caballo del malo (3 de movimiento, imaginaos, al cambio, por 9 de las unidades motorizadas soviéticas!) y claro posicionarlos en encrucijadas, caminos y carreteras principales (de ahí la brasa que os doy con el término "camino") cuyo control es fundamental para mantener suministradas a todas las unidades, en un radio, todo hay que decirlo, bastante amplio.

El juego está muy bien orientado en este sentido. La importancia capital de las carreteras, evitar que te las tomen, que te las invadan siquiera con alguna ZOC perra de esas, es fundamental!

Por eso hace que tampoco te puedas tirar a la vida regalada y al libre albeldrío, a correr por los campos de trigo o subir montañas sagradas. No, no, las carreteras, y más en el Stalingrad Pocket, siempre han sido, en el SCS, LAS CARRETERAS (con mayúsculas).


Y este, he de deciros, es un factor que anima mucho el juego y lo hace muy muy sorbecerebros. Nuestros contrincantes, y porque su situación también era más dificil, estuvieron hasta UNA hora, sí, UNA, pensando tal o cual movimiento, gastando su turno, mientras el general Pavlov y yo, abituallábamos a la tropa con toda clase de viandas y dábamos, también nosotros, buena cuenta de dos desdichadas birras de Mahou (para más inri) y es que la vida del soldado nunca fué facil.

Esas esperas tensas previa batalla y después el ansiado descanso del guerrero... que esta vez ni siquiera descanso, no, calma chicha! que nos proporcionaban nuestros adversarios, elucubradores natos que nos pedían unos minutos para tener consejos con el alto estado mayor. Tal vez con el mismísimo Furer y todo, vaya usted a saber!

Bueno pues después de tomar varias decisiones importantes, sí ya lo había decidido, el 57º ejército (franja verde) se econtraría en Kallach con los chicos de Pavlov (albricias y abrazos nos daríamos) y el 51º (franja amarilla) daría buena cuenta de los rumanos, a través de la vía oeste, que se pertrechaban al otro lado del río, en Aksai.

Poco a poco el cerco se va cerrando. El último aeropuerto de Stalingrado está cercado y sin suministros.
Durante los turnos 7 y 8 se produjeron disntitas escaramuzas y tiras y aflojas. El cerco sobre Stalingrado se había cerrado ya definitivamente pero las tropas alemanas en el interior todavía comían de los suministros almacenados (debían gastar un punto de los mismos, cada turno, sino querían sufrir “out suply”) y el último aeropuerto, con un cuartel general que tenía base en el mismo, estaba peligrosamente siendo cercado por multitud de tropas y unidades con el objetivo de morder y asestar un golpe que sería recordado por siglos, un poco más al oeste del Volga. La batalla por la ciudad aún no había tomado cariz, los soviéticos, nosotros, esperábamos a las afueras, con el fin de que los alemanes, cuales ratas, fueran saliendo de sus madrigueras. La situación estaba tan mal para Von Paulus, que el estado mayor Soviético ya ni se planteaba entrar a combatir cuerpo a cuerpo en Stalingrado (por lo menos de momento).

Una de las imágenes del penúltimo turno. La cosa era desesperada.

En el turno 10 Kallach fue tomada y el aeropuerto al oeste del Volga también. El último bastión, la última esperanza de los verdegrises para aguantar Stalingrado, fue tomada.
Entraba Manstein, tímidamente por el norte. Pero un turno más tarde, pabellón blanco! Von Paulus le daba el culo a Hiltler y rendía fuerzas. Su segundo al mando, Gunter Damian (la historia es ingrata para los nombres) había hecho un mal cálculo de los suministros para aguantar el cerco y no les quedaba otra, entregarse o morir de hambre. Hitler enfurecía en su guarida.

Imagen tras la rendición alemana.
No fue una batalla fácil, pero desde Berlín, desde Unter den Linden, desde los cafés de la Parisier Platz, Stalingrado queda muy lejos, y todo el mundo y la eternidad se ven de color de rosa. Irónicamente, el color del atardecer de aquel glorioso día de primavera, camaradas!


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